10.10.10

Credere, obbedire, combattere




Entre 1925 y 1939 cuatro secretarios del partido fascista trabajaron en la sucesión para presentar el nuevo orden casi religioso al pueblo italiano con el objetivo de establecer al “Nuevo Hombre” del fascismo. Este hombre nuevo debería construirse desde la infancia.

De acuerdo con el historiador Emilio Gentile, el secretario Roberto Farinacci (1925–26) “ayudó a instaurar el régimen con ‘fe dominica’”. Su sucesor, Augusto Turati (1926–30), “preconizó la necesidad de ‘creer plenamente: creer en el Fascismo, en el Duce, en la Revolución, así como uno debía creer en la Divinidad’”. Con una lealtad ciega característica, Turati declaró: “Aceptamos la Revolución con orgullo, aceptamos estos dogmas con orgullo; incluso si se nos demuestra que son incorrectos, los aceptamos sin argumentarlo”. No es de sorprender que su catecismo de 1929 sobre el fascismo enfatizara “la subordinación de todos a la voluntad de un Líder”.

El secretario del partido, Giovanni Giurati (1930–31), alentó a la organización de Jóvenes Fascistas para que tuvieran un carácter tanto militante como misionero, acorde con el mandato de 1930 de Mussolini: “Creer, Obedecer, Combatir”. Los fascistas italianos creían que su movimiento tenía las características importantes y apropiadas de la Iglesia Católica Romana. Sin embargo, en 1931 el secretario de la organización de Jóvenes Fascistas, Carlo Scorza, declaró que esas características religiosas no incluían la mansedumbre ni la humildad. En lugar de eso —escribió—, el movimiento de Mussolini había aprendido mucho de la “gran escuela del orgullo y la intransigencia”; los fascistas de Italia habían adoptado los métodos de “aquellos grandes y perennes pilares de la Iglesia, sus grandes santos, sus pontífices, obispos y misioneros: espíritus políticos y guerreros que empuñaban la cruz y la espada, y utilizaban la hoguera, la excomunión, la tortura y el veneno sin hacer distinción —por supuesto, no en busca de un poder temporal o personal, sino en nombre del poder y la gloria de la Iglesia”.
La religión cívica de Mussolini alcanzó su cumbre con el nombramiento de Achille Starace (1931–39) como secretario del partido. En 1936, observa Gentile, los Jóvenes Fascistas eran instruidos para “Tener siempre fe. Mussolini les dio su fe… Todo lo que el Duce diga es verdad. Las palabras del Duce no deben ser refutadas… Cada mañana, después de recitar su ‘Credo’ en Dios, reciten su ‘Creo’ en Mussolini”.
(Extractado de un artículo de la Revista digital Visión, de España).